Las emociones no son un asunto privado, aunque sean el núcleo de nuestra intimidad. Hay un lenguaje de las emociones, que se apoya en la dotación genética (las «emociones básicas»), pero se expresa en signos convencionales que se aprenden y se entienden en cada cultura. Dicho de otra manera, el aprendizaje emocional tiene lugar en las escuelas y, además, un espacio relevante en la materia de Lengua y Literatura. Podemos aprender a comunicar mejor.

La doctrina clásica sobre las emociones se obstinaba en recomendar la apatía: la ausencia de expresión emocional, con el falso ideal de que sea posible no conmoverse. Sin embargo, Séneca consideraba sagrado a cualquier ser humano, a diferencia de un psicópata que no se conmueve por nada. Otra manera de afrontar la realidad (interior) es concebir las emociones como medio de expresar la intimidad, que merece respeto por uno/a mismo/a y por los demás. Los románticos, a pesar de lo que aparentan, recomendaban que las pasiones se convirtieran en sentimientos; pero que no se renunciara a la sentimentalidad, porque es constitutiva del ser humano — escribía y vivía Schiller.

Las reglas de la comunicación ya no consisten en esconder las emociones. Tengo que expresar lo que siento con asertividad, de modo que no hiera a las demás personas. El único modo de reconocer lo que sienten los demás es la empatía y la escucha activa.

Todas las emociones no tienen el mismo valor, pero todas son auténticas. La cuestión no es reprimirlas, sino entenderlas. La inteligencia emocional se desarrolla, como cualquier otra, por medio de la práctica de la comunicación.

Hay un vínculo profundo entre el aprendizaje de la convivencia, de la comunicación y de las emociones. Los valores se invisten emocionalmente de positivo o negativo. Si miramos con mal ojo (emociones negativas) a una persona, nos será más difícil entenderla. Nos lo impedirán los sesgos cognitivos que llamamos ruido interior.

Es realmente crucial que enseñemos y aprendamos a manejar las emociones, no tanto porque nos puede reportar beneficios como el prestigio dentro de un grupo (depende de qué grupo), cuanto porque la vida en común puede ser muy satisfactoria gracias a las emociones positivas o a una sabia expresión de las emociones negativas. De otro modo, el grupo-aula, el grupo de amigos/as, la familia y mi propia sombra, como docente o como aprendiz, se pueden convertir en un infierno. A esa simplicidad se refería Sartre cuando dijo: «El infierno son los otros».

Hay que luchar contra el acoso escolar y contra la manipulación de las aulas por líderes violentos y dominadores con una creciente competencia emocional. Reconocer los errores no nos quita puntos en la apreciación de los otros, sino que abre una puerta al consenso y ofrece una oportunidad de aprender a todas y todos. Pero una actitud autoritaria y violenta o, por el contrario, permisiva y pasiva, manifiestan poca inteligencia. Poco amor.

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Las reglas de la comunicación

Tipos de argumentos

El ruido interior

Dramatizar para aprender: actitudes que nos impiden comunicar

El gobierno de las emociones: inteligencia emocional

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